El cambio humano
El mundo está variando a gran velocidad y muchas cosas que hasta
hace poco eran creídas ciegamente ya no pueden sostenerse. La aceleración está
generando inestabilidad y desorientación en todas las sociedades, sean estas
pobres u opulentas. En este cambio de situación, tanto las dirigencias
tradicionales y sus “formadores de opinión”, como los antiguos luchadores
políticos y sociales, dejan de ser referencia para la gente. Sin embargo, está
naciendo una sensibilidad que se corresponde con los nuevos tiempos. Es una
sensibilidad que capta al mundo como una globalidad y que advierte que las
dificultades de las personas en cualquier lugar terminan implicando a otras
aunque se encuentren a mucha distancia. Las comunicaciones, el intercambio de
bienes y el veloz desplazamiento de grandes contingentes humanos de un punto a
otro, muestran ese proceso de mundialización creciente. También están surgiendo
nuevos criterios de acción al comprenderse la globalidad de muchos problemas,
advirtiéndose que la tarea de aquellos que quieren un mundo mejor será efectiva
si se la hace crecer desde el medio en el que se tiene alguna influencia. A
diferencia de otras épocas llenas de frases huecas con las que se buscaba
reconocimiento externo, hoy se empieza a valorar el trabajo humilde y sentido
mediante el cual no se pretende agrandar la propia figura sino cambiar uno
mismo y ayudar a hacerlo al medio inmediato familiar, laboral y de relación.
Los que quieren realmente a la gente no desprecian esa tarea sin estridencias,
incomprensible en cambio para cualquier oportunista formado en el antiguo
paisaje de los líderes y la masa, paisaje en el que él aprendió a usar a otros
para ser catapultado hacia la cúspide social. Cuando alguien comprueba que el
individualismo esquizofrénico ya no tiene salida y comunica abiertamente a
todos sus conocidos qué es lo que piensa y qué es lo que hace sin el ridículo
temor a no ser comprendido; cuando se acerca a otros; cuando se interesa por
cada uno y no por una masa anónima; cuando promueve el intercambio de ideas y
la realización de trabajos en conjunto; cuando claramente expone la necesidad
de multiplicar esa tarea de reconexión en un tejido social destruido por otros;
cuando siente que aún la persona más “insignificante” es de superior calidad
humana que cualquier desalmado puesto en la cumbre de la coyuntura epocal...
cuando sucede todo esto, es porque en el interior de ese alguien comienza a
hablar nuevamente el Destino que ha movido a los pueblos en su mejor dirección
evolutiva, ese Destino tantas veces torcido y tantas veces olvidado, pero
reencontrado siempre en los recodos de la historia. No solamente se vislumbra
una nueva sensibilidad, un nuevo modo de acción sino, además, una nueva actitud
moral y una nueva disposición táctica frente a la vida. Si se me apurara a
precisar lo enunciado más arriba diría que la gente, aunque esto se haya
repetido desde hace tres milenios, hoy experimenta novedosamente la necesidad y
la verdad moral de tratar a los demás como quisiera ser tratada. Agregaría que,
casi como leyes generales de comportamiento, hoy se aspira a:
1. una cierta proporción, tratando de ordenar las cosas
importantes de la vida, llevándolas en conjunto y evitando que algunas se
adelanten y otras se atrasen excesivamente;
2. una cierta adaptación creciente, actuando a favor de la
evolución (no simplemente de la corta coyuntura) y haciendo el vacío a las
distintas formas de involución humana;
3. una cierta oportunidad, retrocediendo ante una gran fuerza
(no ante cualquier inconveniente) y avanzando en su declinación;
4. una cierta coherencia, acumulando acciones que dan la
sensación de unidad y acuerdo consigo mismo, desechando aquellas que producen
contradicción y que se registran como desacuerdo entre lo que uno piensa,
siente y hace.
No creo que sea el caso explicar por qué digo que se está
“sintiendo la necesidad y la verdad moral de tratar a los demás como uno quiere
ser tratado”, frente a la objeción que pone el hecho de que así no se actúa en
estos momentos. Tampoco creo que deba alargarme en explicaciones acerca de lo
que entiendo por “evolución”, o por “adaptación creciente” y no simplemente por
adaptación de permanencia. En cuanto a los parámetros del retroceder o avanzar
frente a grandes o declinantes fuerzas, sin duda que habría que contar con
indicadores ajustados que no he mencionado. Por último, esto de acumular
acciones unitivas frente a las situaciones contradictorias inmediatas que nos
toca vivir o, en sentido opuesto, desechar la contradicción, a todas luces
aparece como una dificultad. Eso es cierto, pero si se revisa lo comentado más
arriba se verá que he mencionado todas estas cosas dentro del contexto de un
tipo de comportamiento al que hoy comienza a aspirarse bastante diferente del
que se pretendía en otras épocas.
He tratado de anotar algunas características especiales que se
están presentando correspondientes a una nueva sensibilidad, una nueva forma de
acción interpersonal y un nuevo tipo de comportamiento personal que, me parece,
han rebasado la simple crítica de situación. Sabemos que la crítica es siempre
necesaria, ¡pero cuánto más necesario es hacer algo diferente a lo que
criticamos!
SILO. fragmento Primera Carta a mis amigos. 21 de febrero de 1991
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