Nuestra moral se basa en éste
principio: “Trata a los demás como quieres que te traten”. Y si como individuos
queremos lo mejor para nosotros, estamos exigidos por este imperativo moral a
dar a otros lo mejor. ¿Quiénes son los otros? Los otros son los más próximos, y
allí donde lleguen mis posibilidades reales de dar y de modificar, allí está mi
próximo; y si mis posibilidades de dar y de modificar llegaran a todo el mundo,
el mundo sería mi próximo. Pero sería un despropósito preocuparme
declamativamente por el mundo si mis posibilidades reales llegaran sólo hasta
mi vecino. Por ello hay una exigencia mínima en nuestro acto moral y es la de
esclarecer o actuar cada cual en su ámbito inmediato. Y es contrario a esta
moral no hacerlo, asfixiándose en un individualismo sin salida. Esta moral da
una dirección precisa a nuestras acciones y además fija claramente a quiénes
están dirigidas. Y cuando hablamos de moral nos referimos a un acto libre, a la
posibilidad de hacerlo o no hacerlo y decimos que este acto está por encima de
toda necesidad y de toda mecanicidad. Este es nuestro acto libre, nuestro acto
moral: “Trata a los demás como quieres que te traten”. Y ninguna teoría,
ninguna excusa, está por encima de este acto libre y moral. No es nuestra moral
la que está en crisis, son otras morales las que están en crisis, no la
nuestra. Nuestra moral no se refiere a cosas, a objetos, a sistemas, nuestra
moral se refiere a la dirección de los actos humanos. Y toda crítica y toda
transmisión que nosotros hacemos o aportamos va orientada en el sentido de los
actos humanos.
Fragmento. 1981. Madrid. Silo
No hay comentarios:
Publicar un comentario